Escrito Por: Lazaro Vergara

Los inicios del grabado en Cuba se remonta al siglo XVII cuando grabadores franceses, ingleses y holandeses ilustran hechos de armas de diverso tipo, que en la casi totalidad de los casos se hacen por referencias, sin que quienes lo hacían hubieran visitado la Isla. Esto explica grabados como el de Schenk con una Habana de montañas y un Castillo del Morro con cúpula de cebolla. Pero a partir de la serie de doce estampas de Dominique Serres sobre la toma de La Habana por los ingleses, impresa en Londres en 1763 por Mason y Canot, el grabado se hizo por artistas que visitaban la Isla, como Elías Durnford a quien le debemos el mapa militar del ataque inglés hizo una serie de grabados sobre La Habana y sus alrededores, en los que fijó el formato del grabado a lo largo del siglo XIX: escenas panorámicas que ofrecían el quehacer cotidiano de la ciudad en sus plazas y paseos.

En el siglo XVIII vinculado a la introducción de la imprenta, se hizo lo que se considera el primer grabado en Cuba por el flamenco Juan Carlos Havré, consistente en una xilografía ( Matriz de madera) con el escudo español y el título a una sola tinta para la portada de la Tarifa General de Precios de Medicina de 1723.

Ocho impresores se establecen a lo largo del siglo XVIII. Los siete primeros en La Habana:

1 Carlos Habré hacia 1720;

2 Francisco José de Paula en 1735;

3 Blas de los Olivos en 1754,

4 Francisco Seguí, en el mismo taller

5 Matías José de Mora en 1775;

6 Esteban José Boloña en 1776

7 Pedro Nolasco Palmer hacia 1791.

Carlos Habré —cuyo verdadero nombre era Jean Charles Havrey— nacido en Gante, Flandes, no recibe más ayuda oficial que la licencia necesaria para establecerse, hacia 1720

Nuestro primer grabador cubano fue : Francisco Javier Báez (La Habana 1746-1828) quien en la técnica xilográfica y calcográfica trató temas religiosos, escudos de armas y viñetas. Báez trabajó para la Imprenta de José Severino Boloña, la imprenta mejor dotada, no solo de La Habana sino de la América entre 1776 y mediados del siglo XIX.

En los primeros treinta años del siglo XIX, el grabado, fundamentalmente en La Habana se caracterizó por la enorme cantidad de viñetas en las publicaciones periódicas. A partir de 1830 y hasta la década de los sesenta es la época de esplendor del grabado en Cuba, gracias no solo por las publicaciones periódicas, muy abundantes en La Habana, sino al vínculo con las industrias tabacalera y azucarera.

Estos talleres disponían de la última tecnología. En 1861 los talleres de la fábrica de cigarros La Honradez de Luis Susisni disponen de un grabador eléctrico importado de Francia, único en la Isla, y el mejor dotado de Las Antillas.

. El desarrollo del grabado se vinculó al abandono de las técnicas tradicionales de la xilografía y la calcografía y al empleo exclusivo de la litografía.

Entre los grabadores extranjeros que trabajaron en Cuba en el siglo XIX están Hipólito Garneray (Francia 1787-1878), quien reflejó las plazas y paseos habaneros con un excelente dibujo y color que unió al valor documental y al artístico, y Federico Mialhe (Burdeos 1810-París 1881), residente en La Habana de 1838 a 1854, dirigió la Escuela San Alejandro entre 1850 y 1852, acompañó a Felipe Poey en sus excursiones científicas

Ilustró el libro de este Historia Natural de la Isla de Cuba, publicado entre 1851 y 1858. Mialhe se distinguió por la limpieza, lo delicado del color y del trazo, así como por el dominio de la perspectiva y publicó series de paisajes y lugares de La Habana e incorporó el daguerrotipo a su quehacer artístico. Se destacan por su belleza Isla de Cuba Pintoresca de 1839 y Viaje Pintoresco alrededor de la Isla de Cuba de 1848. Junto con Laplante fueron los litógrafos más importantes que trabajaron en Cuba durante el siglo XIX.

Ambos utilizaron el grabado como ilustración, de manera magistral.

El aumento del volumen de exportación del tabaco a inicios del siglo XIX incidió en la forma de presentación del producto. Desde el XVII era costumbre colocar una pequeña tira de papel blanco a la cabeza del tabaco para evitar que se mancharan los dedos o el guante, pues el tabaco se fumaba húmedo. Este es el antecedente más lejano de las llamadas anillas del tabaco.

Las primeras anillas de tabaco se hicieron entre 1830 y 1835 por la marca Águila de Oro de H. Antón Brook: una tira de papel blanco a la cabeza del tabaco con la identificación de la firma en tinta negra. Dentro de la gran caja de madera donde se envasaba el tabaco, se colocaba una etiqueta litografiada a una sola tinta que identificaba la fábrica. Estás piezas son sin lugar a dudas lo más raro en etiquetas de nuestro mundo vitolfilico cubano

Esta nueva presentación del producto se generalizó y con el desarrollo de la industria y la introducción de modernos equipos de cromolitografiar, las anillas y el resto de las etiquetas para el tabaco se hicieron más elaboradas y bellas. Este cambio de imagen buscaba un producto más competitivo por su elegancia y evitar las frecuentes falsificaciones que han acompañado a la industria tabacalera cubana a lo largo de su historia.

Antes de 1845 los tabacos se envasaban en grandes cajas de pino contenedoras entre cinco mil y diez mil tabacos. Este cajón tenía impreso a fuego las iniciales o el nombre completo del fabricante, de la fábrica y del lugar. En la segunda mitad del siglo se redujo el envase a cajas con cien tabacos cada una y una etiqueta litografiada a una sola tinta en su interior, sobre un papel, rosado, verde, amarillo o azul de tonos pasteles con el nombre del taller y la procedencia.

Ramón Allones dueño de La Eminencia fue el primero que en 1845 empleó el estuche de lujo. Su caja de tabaco se recubrió de etiquetas litografiadas más coloridas y con relieves a partir de la introducción de la máquina de cromolitografiar francesa de Gaiffe que permitía al dibujante grabar su diseño sin necesidad del grabador o litógrafo.

Esto dio paso en 1880 a la llamada habilitación, conjunto de etiquetas que emplean varios colores y relieves que cubren toda la caja del tabaco.

La habilitación del tabaco consta de la tapa (etiqueta ovalada o redonda, muy elaborada con relieves, dorados y barnices); papeleta (etiqueta que se coloca por el costado); tapaclavo (etiqueta dispuesta sobre el cierre); festero (pequeña etiqueta en el frente de la caja); filete (etiqueta en la arista de la caja); vista (colocada en el interior de la caja); bofetón (etiqueta suelta que se levanta al abrir la caja) y anilla (etiqueta en la cabeza del tabaco que identifica la marca y procedencia del producto. Ninguna de las etiquetas interiores tiene relieves ni dorados para no alterar el sabor del tabaco.

En los cigarros la primera fábrica que introdujo el envase de lujo fue La Honradez fundada en 1853. La cajetilla del cigarro tenía una forma rectangular y su diseño litográfico constaba de tres partes: la orla que bordeaba su parte superior y lateral izquierdo, por lo general con carácter decorativo; la escena, en el centro, ocupaba el mayor espacio, con la historia principal (imagen y texto).

En la parte superior se indicaba el nombre de la serie y en la inferior el texto que completaba la imagen. El emblema ubicado a la derecha de la marquilla presentaba el lema de la fábrica, el slogan, el dueño y la dirección.

Todas estas etiquetas que identificaban las diferentes fábricas se denominan Marquillas, las cuales tratan diversos temas que van desde lo más popular a lo literario, lo mitológico, lo histórico, personajes de la literatura, de la danza, de la política, acontecimientos importantes del pasado o el presente en el extranjero:eventos conmemorativos, las exposiciones internacionales, pero nunca se incluye nada relacionado con las luchas por la independencia de Cuba. Esto se comprende fácilmente, por ser aún colonia española

Los temas más comunes: la mujer en la literatura o en escenas de la vida cotidiana, la flora y la fauna tropical, la vida cotidiana abordada desde el lado cómico.

La marquilla del cigarrillo para un público amplio que incluye el de bajo nivel adquisitivo, toca temas vinculados con el negro a veces con un tono despectivo o folclórico, elementos populares o temas con cierto contenido social.

Por el contrario, la marquilla del tabaco dirigido a un público más exclusivo, prefiere el tema mitológico, literario o histórico, las heroínas románticas, eventos como la terminación del cable telegráfico que unió a Europa con América en 1858, reflejado en las anillas del tabaco Águila de Oro.

Vistas de los grandes Ingenios del país, el tabaco en sí mismo como objeto de representación plástica, convertido en abanico, cachumbambé, en “fotingo” que traslada a bellas jóvenes a las vegas, o en dirigible donde viajan dos damas que miran la bahía y el Morro habanero.

Famosas fueron las series de la marca de cigarrillos La Honradez cuyo lema era “los hechos me justificarán”. Entre ellas se cuentan “Frutas cubanas”, “Sitios de La Habana”

En el período dela Republica, casi hasta la década de 1950, se experimentó una ausencia casi total del grabado en Cuba. Fue en el año 1949 cuando comenzó a impulsarse esta producción artística con al creación dela Asociaciónde Grabadores de Cuba, la cual reunió a los artistas creadores de esta manifestación. Ello posibilitó una apertura y heterogeneidad de temas, con amplio desempeño tras el triunfo revolucionario, etapa que sería la ocasión para variadas experimentaciones estilísticas y conceptuales, influenciada por el expresionismo y el pop art, con la asimilación de elementos del diseño.

Fuente : (1)Pérez Cisneros Guy. Característica de la evolución de la pintura en Cuba, Editorial Pueblo y Educación. Tesis de doctorado presentada a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de la Habana. 1946.

(2) Apuntes sobre la pintura y el grabado en cuba estudio desde sus origenes en la epoca colonial hasta el siglo XX.,la habana, editorial letras cubanas,1982 autor. Jorge Juan Rigol Lomba. [guantanamo cuba 1910-la habana 1991].

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